Por José Tomás Vicuña (S.J), director del Servicio Jesuita a Migrantes

Esperamos salir en unas semanas de los momentos más complejos de la crisis sanitaria, pero la crisis económica ya llegó y se quedará por largos meses. Es una realidad que quien no recibe su sueldo por un mes, se le cae a pedazos toda la vida. Lo más triste es que no es que reciban un gran sueldo, sino que es quizás el mínimo, un poco más o un poco menos.

​Sabemos que el virus no discrimina, pero sus impactos sí. En los comienzos la problemática fueron las personas que se movilizaban en helicóptero a su segunda (quizás tercera) vivienda. A las pocas semanas, a kilómetros de ahí, la problemática fueron las personas que tenían que hacer cuarentena en una pieza (que era su casa) de 10 metros cuadrados. Diferencias abismantes para quienes viven cerca físicamente, pero no socialmente.

​“Tengo ganas de abrazar a mi papá” me dijo un joven en las afueras de la Embajada de Venezuela. Muchas personas hemos experimentado eso estos meses de confinamiento. Su situación se agravaba porque él no lo hacía hace cuatro años. Tiene 22 ahora y migró desde Venezuela, justamente para trabajar y enviar dinero a su padre; pero ya hace algunos meses no tenía trabajo y sólo se sostenía mediante labores informales.

​La gran mayoría de las personas migrantes quiere quedarse en el país. Terminando las cuarentenas y momentos más duros, nos abocaremos a la discusión sobre la necesidad de un proceso constituyente. En éste no puede quedar fuera el 8% de la población, que representa al 1,5 millón de personas que migraron de sus países para hacer de Chile su nuevo lugar. No son un dato, son personas que nos topamos en el día a día en nuestro trabajo, en la calle, cuando compramos algo. Si no nos conocemos, terminaremos otra vez construyendo un país desde la mirada de unos. Es momento de construirlo con la mirada de todos y todas.

​Desde unos meses venimos escuchando por los medios de comunicación más relatos, que datos. Los promedios y cifras, quisieron invisibilizar esta realidad. En la actual crisis sanitaria hemos visto que la comparación constante con la OCDE en materia económica y de desarrollo, ha sido transformada a comparación con Sudamérica. En un tiempo en que nos tapamos la boca y la nariz, nos hace bien escuchar personas (más que hablar de los datos) y mirar a nuestro alrededor cercano (más que creernos de lugares lejanos).
​Esta crisis ha reflejado nuestra fragilidad como seres humanos y la fragilidad del modelo para miles de familias. No recibir un sueldo es caer en la pobreza. Se necesitan políticas estructurales para el tiempo que viene, pero también necesitaremos humildad para reconocer lo que somos, escuchar a los pobres más que estudiar la pobreza y sentirnos más cercanos a Sudamérica. No somos jaguares, somos vecinos.