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Ciencia y Salud

2 de marzo de 2021

No, las vacunas contra el Covid-19 de ARNm no generarían una enfermedad autoinmune que provocaría la muerte

Falso
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En redes sociales se ha difundido un video de una académica irlandesa que critica a las vacunas contra el Covid-19 fabricadas con la tecnología de ARN mensajero (ARNm), señalando a grandes rasgos que estas generarían una enfermedad autoinmune y, en consecuencia, la muerte en un gran porcentaje de adultos mayores.

Se trata de Dolores Cahill, profesora de la Escuela de Medicina de la University College de Dublin, experta en el desarrollo y la automatización de tecnologías proteómicas de alto rendimiento (según señala el sitio web de la universidad), y presidenta del partido irlandés de ultra derecha, Irish Freedom Party, fundado el año 2018. Cahill tiene un discurso antivacunas y en contra de las medidas que se han tomado por la pandemia de Covid-19. Además, en otras ocasiones ya ha sido desmentida (ver aquí, aquí y aquí).

El extracto que circula en redes sociales fue compartido el 7 de febrero en Twitter y tiene más de 400 retweets. Este forma parte de una entrevista que Cahill dio a Stiftung Corona Ausschuss (Fundación Comité Corona), un comité alemán presidido por abogados que también crítica las medidas adoptadas por la pandemia, como el distanciamiento social y las cuarentenas.

 

Extracto compartido en Twitter.

En esa oportunidad, se especuló sobre la supuesta peligrosidad de las vacunas de ARN mensajero (como lo son las de los laboratorios Pfizer/BioNTech y Moderna) en una transmisión en vivo del pasado 22 de enero titulada «Sesión 36: ¿Es cosa del diablo? – tecnología de ARNm en piel de oveja».

Esta no es la única desinformación que circula sobre las vacunas. En este artículo verificamos cuatro mentiras sobre este tema.

Para verificar los dichos de Cahill hablamos con Mario Rosemblatt, inmunólogo y director de la Fundación Ciencia y Vida; Álvaro Lladser, bioquímico con PhD en Ciencias Biomédicas y vicepresidente de la Asociación Chilena de Inmunología; y Miguel O’Ryan, infectólogo y profesor titular del Programa de Microbiología y Micología de la Facultad de Medicina en la Universidad de Chile.

Los tres expertos concuerdan en que las afirmaciones de la académica de la University College de Dublín son falsas, ya que no tienen ningún sustento científico, en base a la evidencia ya conocida. A continuación te las explicamos.

«(…) En los estudios de animales, tal vez un 20% o 50% o todos los animales murieron»

El discurso de Cahill se basa en los supuestos efectos adversos graves que provocarían las vacunas de ARN mensajero, para lo cual se apoya en distintas cifras.

El primer dato concreto que señala se refiere a las pruebas en animales. «Está el efecto adverso que es más o menos como una anafilaxia en la primera semana, luego esta vacuna no debería darse en una segunda dosis, sabes (…). El verdadero efecto adverso va a pasar, independiente de que ARNm esté en la vacuna, cuando la persona se encuentre con eso. Eso podría ser en febrero-marzo de 2021 o un año después. Eso será cuando en los estudios de animales, tal vez un 20% o 50% o todos los animales murieron«.

Al respecto, Mario Rosemblatt sostiene que no ha encontrado ninguna evidencia que respalde las cifras que menciona. «Eso no está publicado en ninguna parte», afirma.

Álvaro Lladser, por su parte, también señala que esto es falso. «Si tú tienes un estudio en animales, lo publicas, lo mandas a una revista donde te lo revisan otros investigadores independientes, donde analizan de que la investigación se ha hecho de buena forma, y que las conclusiones que están sacando son correctas. Y en ninguna revista de reputación van a aceptar que hayan muerto, no sé, el 100% de los animales».

«(En la segunda vacunación) Los mayores de 80 o 75 años, yo diría que alrededor de un 80% de ellos tendrá efectos adversos que limiten su vida o morirán cuando se encuentren con el ARNm de nuevo»

Luego de referirse a los ensayos en animales, también entrega cifras estimadas de la cantidad de personas que supuestamente se verían afectadas por este tipo de vacunas:

«Una de cada 40 personas tienen efectos adversos donde no son capaces de funcionar, trabajar o vivir normalmente. La segunda vacunación puede ser una de 10, pero para los mayores de 80 o 75 años, yo diría que alrededor de un 80% de ellos tendrá efectos adversos que limiten su vida o morirán cuando se encuentren con el ARNm de nuevo. Y para los otros es difícil saberlo, podría ser que en la mitad de la gente sea severo».

Al igual que en el caso de los animales, tampoco hay evidencia en los ensayos clínicos ni en las personas que ya han sido vacunadas dentro del plan de vacunación masiva que hayan presentado efectos de este tipo en tal magnitud.

Álvaro Lladser explica que «no hay ningún caso documentado de muertes» y que los «efectos adversos severos han sido observados en muy pocos casos. Los beneficios de la vacuna son inmensamente superiores a las complicaciones que se pueden presentar».

Por ejemplo, en algunas personas se han presentado reacciones anafilácticas. «Son una minoría que lo que hacen es que pueden reaccionar mal a ciertas vacunas, pero una reacción que es controlable», explica Lladser.

Al respecto, Mario Rosemblatt agrega que esto puede suceder en cualquier tipo de vacuna, pero depende de su fabricación. «La vacuna en sí, el elemento de la vacuna en general no produce shock anafiláctico, ni el RNA, ni los virus inactivados que se utilizan. Lo que puede producir el shock anafiláctico son las otras cosas que vienen en la vacuna. Lo que es el líquido en que está disuelta la vacuna», aclara. «Hay componentes que pueden producir un shock en algunas personas que son muy alérgicas, pero eso es muy particular de cada vacuna».

Es por esto que en diciembre pasado las autoridades de Reino Unido recomendaron por precaución que las personas que tengan un historial grave de alergias no se inoculen con la vacuna de Pfizer/BioNTech, luego de que dos personas (que ya tenían un historial de este tipo) presentaran una reacción anafiláctica.

Rosemblatt explica que «el shock anafiláctico generalmente es prácticamente inmediato (…), y si alguien no te da algo para contrarrestar la anafilaxis, te puedes morir. Pero eso no ha sucedido en el caso de las vacunas, porque las personas se quedan esperando un rato, y si alguien tiene alguna reacción anafiláctica se trata inmediatamente con un antiestamínico».

La anafilaxis también forma parte del discurso de Dolores Cahill. Sin embargo, el argumento principal que entrega es que las vacunas de ARNm podrían generar una enfermedad autoinmune crónica y que nos convertiríamos en un organismo modificado, razón por la cual un grupo importante de adultos mayores moriría. Una hipótesis que tampoco sería posible y que no cuenta con ninguna evidencia previa.

«Lo que hace esta terapia genética o aparato médico es en realidad crear una enfermedad autoinmune crónica».

Tras entregar cifras sobre los supuestos efectos de las vacunas de ARNm, la académica de la University College de Dublín comienza a explicar el pilar principal de su argumentación:

«Cuando te encuentras con lo que sea que el ARNm esté en contra, has estimulado tu sistema inmune para tener una enfermedad autoinmune de bajo grado, no inmunidad para ti. Porque el ARNm está expresando una proteína viral, te conviertes en un organismo modificado, por lo que el sistema inmune está destinado para expulsar los virus o las bacterias (…). Cuando te encuentres con el virus, yo diría en febrero-marzo, eso estimula el sistema inmune para deshacerse del virus, pero de repente ve que tienes proteínas virales en tus células y en tus órganos, tu sistema inmune ataca tus propios órganos».

Según Cahill, con esto se entraría en una insuficiencia orgánica que provocaría la muerte, y que la razón por la que los ancianos fallecerían es por las afecciones de base que ya presentan.

En este punto, Mario Rosemblatt, Álvaro Lladser y Miguel O’Ryan concuerdan que no hay ninguna evidencia que demuestre que algo así podría suceder.

Primero, cabe explicar cómo funcionan las dosis de ARNm. En este tipo de vacunas, el ARNm codifica para la proteína Spike o espiga, que se encuentra en la superficie del virus SARS-CoV-2 y es la encargada de infectar la célula humana.

Miguel O’Ryan, profesor titular del Programa de Microbiología y Micología de la Facultad de Medicina en la Universidad de Chile, aclara que los virus son «parásitos intracelulares obligatorios, porque necesitan de nuestra maquinaria» para sobrevivir y a su vez replicarse.

Entonces, en el caso de estas vacunas lo que hace el ARNm es entrar al citoplasma, donde es leído por el ribosoma. «Por otro lado va captando aminoácidos que van relacionándose con el código de ese ARN mensajero (…), ese aminoácido entonces va conformando la proteína (en este caso la proteína S o espiga) en el citoplasma, para la cual codifica ese ARN mensajero», explica O’Ryan.

Es así que, en pocas palabras, se producen millones de copias de esta proteína, que posteriormente son liberadas al exterior de la célula y en ese momento se genera una respuesta inmune ante ellas.

El académico puntualiza que en este caso la «proteína espiga no produce ningún daño, ni nada», y lo que hace es que, por un lado, «estimula nuestro sistema inmune y toda la proteína remanente que queda dando vuelta es degradada por enzimas proteolíticas», un proceso que nuestro organismo hace normalmente. De la misma manera, el ARN mensajero «en la medida que va siendo traducido se va degradando», y el ARN sobrante que no logre ser leído es degradado por este mismo tipo de enzimas.

Teniendo ese proceso en cuenta, O’Ryan aclara que esas proteínas, que son inertes, básicamente son producidas y eliminadas, por lo que no hay forma de que eso pueda inducir autoinmunidad.

«Autoinmunidad es un concepto donde el sistema inmune reconoce a nuestras propias proteínas, no proteína espiga (o Spike), en forma anómala y ataca a nuestras propias células (…). Eso significaría que tendrían que quedar (las proteínas Spike) por ejemplo adheridas en células nuestras en forma larga, por largo periodo, de tal manera de detectar una respuesta inmune en contra de nuestras propias células. Y eso simplemente no ocurre», señala.

No es primera vez que se estudian las vacunas de ARNm, hace años que se han ido evaluando para otro tipo de enfermedades. «Hay que ver lo que la evidencia va mostrando, y ya con muchos experimentos en animales previos que obviamente buscaron eso (una respuesta autoinmune), no encontraron que eso era un riesgo que fuera evidente. Se logró avanzar a la vacuna en seres humanos, y ya avanzando en seres humanos con todas las fases no hay indicio de que eso tenga la más mínima base de sustento, a parte de la idea teórica, plausible, que se le ocurren a algunas personas», como a Dolores Cahill, indica O’Ryan.

Por su parte, Álvaro Lladser, bioquímico con PhD en Ciencias Biomédicas, cierra agregando que la seguridad de las vacunas y los fármacos en general ha aumentado exponencialmente en los últimos años. Además, puntualiza que «la comunidad científica es la más crítica en el momento de que algo no se está haciendo bien, y lo van a decir. Hay miles de científicos que están con miles de ojos puestos sobre estos estudios».

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