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Un día como vocal de mesa: el relato en primer persona de una jornada histórica

Por Josefa Riady Son las 4:00 am de la madrugada del domingo, no me puedo dormir. Pensar en que seré una intermediaria de una de las votaciones más importantes desde que nací me pone nerviosa y sobre todo muy ansiosa. Dicen que no se puede hablar de política cuando uno entra a la sala, no […]

Por Josefa Riady

Son las 4:00 am de la madrugada del domingo, no me puedo dormir. Pensar en que seré una intermediaria de una de las votaciones más importantes desde que nací me pone nerviosa y sobre todo muy ansiosa. Dicen que no se puede hablar de política cuando uno entra a la sala, no podemos ver tele ni escuchar radio, porque puede verse como una propaganda y menos se puede mostrar preferencia por una opción. Lo único que nos queda es ver las redes sociales y comerse las emociones de lo que uno lee, porque si no lo haces es penado por la ley.

No es la primera vez que entro al Grace College de Huechuraba, que está a la vuelta de mi casa, con la función de ser vocal de mesa, pero debo reconocer que si es la primera que entro con ganas de quedarme.

“Hola, buenos días ¿es vocal de mesa?”, me dice un militar con una metralleta a su lado.

“Sí, mesa 10”. le respondí firmemente.

Subí a la sala del quinto básico, nadie me tomó la temperatura ni mucho menos me dieron alcohol gel. En ese momento pensé que se preocupan más de proteger a la gente que entra a una tienda de un mall a comprarse ropa, que de las que vamos a cumplir con nuestro deber cívico.

Cuando entré a la sala, los vocales de mi mesa estaban tratando de armar las mascarillas faciales que nos habían dado. Una se rompió y otra venía mala.

• ¿Qué les pasó chiquillos? Nos dice un encargado del Servel que por primera vez lo veíamos.

• Se nos rompió la mascarilla facial… respondimos todos.

• Pucha, van a tener que funcionar con lo que tienen no más, y por favor abran luego la mesa que son casi las 8:00 am.

Éramos tres vocales que ya conocíamos el procedimiento, ya no es primera vez que la mesa 10 nos juntaba, pero las cosas habían cambiado, hoy teníamos que recibir a las personas en situación de pandemia, en ese momento me sentía la primera línea del plebiscito.

Nos pasaron dos mascarillas para cada uno, de esas buenas como dice el común de la gente, un alcohol gel para los vocales, el cual teníamos que compartir con todas las personas que entraran a la sala, las mascarillas faciales buenas que quedaban y un par de guantes que nos tenían que durar por casi 15 horas.

Después de ponernos de acuerdo en nuestra sala en cómo lo haríamos para que la gente pudiese votar sin tener contacto, comenzamos la marcha blanca, siendo nosotros los primeros en depositar nuestro voto en las urnas de plástico. En mi mesa están habilitadas para sufragar casi 400 personas, pero los años anteriores me enseñaron que lo máximo que llega es el 35% de ese total.

Las reglas las teníamos claras, no podíamos tocar el carnet de las personas, la distancia era de un metro y medio pero teníamos que verificar la identidad, por lo que de todas maneras se tenían que bajar la mascarilla y acercarse, no podían haber más de dos votantes por sala, todos se tenían que aplicar alcohol gel antes de entrar y salir, por último y no menos importante, lograr que la gente deposite el voto en la urna correcta.

La mañana pasaba y cada vez era más la gente que llegaba a nuestra sala, muchas de ellas nos contaban que afuera la fila de personas era por más de cuatro cuadras y no solo en este colegio, sino en todo el país.

La emoción cuando nos contaban es inexplicable, las ganas de verlo eran muy grande, pero ahí nos quedamos, sin movernos, sin almorzar, sin incluso ir al baño, recibiendo a todos los que esta vez si querían manifestar su voto, a los jóvenes que muchos de ellos estaban habilitados por primera vez para sufragar e incluso a la señora de casi 60 años que muy emocionada nos contó que no sabía cómo votar porque era la primera vez que lo haría en su vida.

Cerca de las 18:00 hrs. cuando el flujo de personas bajó, salí por primera vez a tomar un poco de aire, a sacarme la mascarilla la cual no estoy acostumbrada a tener por tantas horas. Uno de los vocales de mi mesa se empezó a sentir muy mal, no habíamos comido ni bebido nada, no teníamos permitido hacerlo adentro de la sala por el tema de la pandemia, pero tampoco habíamos tenido tiempo de salir de ella. Bajé a la oficina del Servel para preguntar dónde podía sacar un vaso de agua. Finalmente fueron los mismos vocales de otras mesas que nos ayudaron.

El agotamiento físico y mental cerca de las 20:00 hrs estaba presente, llegaron más de 300 personas a sufragar, cantidad a la que no estábamos acostumbrados a recibir.

Repetir a cada persona todos los pasos para votar, fue cansador. La costumbre de aplicarse alcohol gel en tantos lugares no lo tenemos en nuestra cultura, el distanciamiento físico tampoco, menos el usar mascarilla. Por un lado ya no dábamos más, pero sabíamos que faltaba lo más importante, el conteo.

– Ya chiquillos, empiecen no más el conteo. Cuando tengan el primer resultado lo bajan a la oficina rápido. Después terminan los otros papeleos. Nos dijo el encargado del Servel, el cual veíamos por tercera vez en la jornada.

Cerca de las 20:40 teníamos listo el resultado de la mesa 10, aun me pregunto cómo lo hicimos tan rápido, tuvimos que firmar cada voto y llenar una serie de papeles que van dirigidos a diferentes autoridades, incluso recuerdo haberle dicho a otro vocal: “ni cuando tenía historia en el colegio escribí tanto como ahora”.

20 minutos después me llega un WhatsApp de mi familia, vieron en la página del Servel que los resultados de mi mesa ya estaban en línea, así de rápido. Pero aún quedaba mucha noche, porque nos quedaba un largo papeleo.

A las 23:00 entregamos los últimos papeles en la oficina, la primera línea del plebiscito por fin se podía ir a la casa, la alegría se sentía, los bocinazos se escuchaban, las ganas de ir a sacar la bandera y saltar de felicidad estaban presente, pero el cansancio de la jornada no lo permitió.

Llegué a mi casa, los ojos se me cerraban, pero me metí a Twitter a ver la reacción de las personas, entre tanta línea leí un Tweet de una persona que le daba gracias al Servel por ser tan eficientes y tener la capacidad de tener los resultados tan temprano. En fin, como dice el dicho “nadie sabe cómo es hasta que te toca”.

 

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